"El Despenador": Mitos y muerte en el silencio contemplativo de la Puna

Miguel Kohan viene de dirgir cuatro documentales entre ellos Salinas grandes 2004 y Caf de los maestros Foto Lara Sartor
Miguel Kohan viene de dirgir cuatro documentales, entre ellos “Salinas grandes” (2004) y “Café de los maestros” / Foto: Lara Sartor

En la Puna corre el mito de un personaje llamado El Despenador, quien le daba muerte a los deshauciados para evitar el sufrimiento y que la Muerte se propagara a través del aliento, y que el realizador Miguel Kohan transformó en su primera ficción, que se estrena mañana en salas y cuenta la historia de un antropólogo que se descubre a sí mismo mientras investiga en la inmensidad del altiplano.

“Había una gran parte de la película guionada y otra gran parte que no, y yo estaba abierto a que surgieran cosas de manera espontánea. A medida que el antropólogo avanza se siente implicado con el objeto de estudio, que es la muerte. Y él se implica en un duelo que debe resolver. Hay una frontera que se va borrando entre lo que tiene que investigar y lo que a él le va pasando, como la perdida de un ser querido”, contó Kohan a Télam sobre el proceso de “El Despenador”.

“La idea de hacer una “road movie”, o película de carretera, estaba en un inicio, por eso hicimos un casting del auto. Después, en el montaje, encontramos una “road movie” con más magnitud, con más elementos y se empezó a ver que lo que le pasaba al antropólogo era tan importante que uno se olvida hacia dónde va y hace que las situaciones resulten estar cargadas de sentido en la película.”Miguel Kohan


La idea de la película surgió mientras rodaba en Jujuy su ópera prima, el documental “Salinas grandes” (2004). Luego de ese filme, continuó con su carrera de documentalista con reconocidas cintas como “Café de los maestros” (2008) y las renombradas “El Francesito. Un documental (im)posible sobre Enrique Pichón-Riviere” (2016) y “La experiencia judía, de Basavilbaso a Nueva Ámsterdam” (2019).

“Obviamente que toda mi tarea como documentalista me dio un bagaje para poder acercarme a estos espacios tan íntimos y a estos rituales (que se ven en la película). Me dio mucha tranquilidad que Rubén (Fleita, el protagonista) entendiera el código de trabajo. Esa discreción fue un elemento fundamental para conseguir la intimidad en el rodaje. El antropólogo para poder trabajar tiene que lograr lo mismo. No interferimos en nada de lo que se ve. Es lo que hago como documentalista”, explicó el director.

Me atrajo esa creencia de que la muerte se pueda contagiar por el aliento cuando una persona tarda mucho en morirse dice Kohan Foto Lara Sartor
“Me atrajo esa creencia de que la muerte se pueda contagiar por el aliento cuando una persona tarda mucho en morirse.”, dice Kohan. / Foto: Lara Sartor


Es por ello que la película fluctúa con tomas y sonidos que parecieran ser sacadas del registro documental, pero que se encuentran editadas y montadas a la perfección con una ficción de momentos lyncheanos. “Era increíble -rememoraba- tener esa referencia en medio de la Puna (risas). Es un poco hablar de ese cine y ese universo que no es algo cerrado, sino del lenguaje abierto en el que el espectador y los que participamos podemos encontrar otras cosas”.

“Algo que ocurrió es que durante el trabajo que hicimos con Rubén para encontrar el tono de la voz y al antropólogo como profesional, nos dimos cuenta de que los dos teníamos que salir al campo para ver cómo instalar al personaje. Él tuvo una gran predisposición y decidimos ir a esas ceremonias y rituales para ver cómo trabaja un antropólogo. Eso lo hice acompañado de la cámara y salió tan bien que mucho quedó en la película”, recordó Kohan.


Es por ello que los registros se mezclan y, apoyado en la edición, se consiguió un montaje que unificó el criterio visual. El director apuesta por momentos al surrealismo y a lo onírico, mientras su protagonista viaja solo por una ruta desértica para aparecer en rituales locales (como una llamativa plaza de toros, cuyo fin no es matar al animal), en los cuales se pierde en una inverosímil muchedumbre. “El Despenador” muestra un costado cultural y social de una Puna viva y activa, lejos del prejuicio citadino del paraje desolado.

“Yo descubrí -explicó Kohan sobre su rodaje en 2020- que la Puna es un universo propio y pude tomar noción del espacio, las distancias y la soledad. Nosotros creemos que es un lugar solitario para alguien de la ciudad, pero también se puede decir que nosotros vivimos apiñados y ahí no. Uno habla de soledad por contraste, pero allí existen esos espacios que construyen una cultura, un vivir, un sentir y un hacer música. Hay una cosmovisión sobre la vida, la muerte y el aire, en la que se instala este Despenador. Es una zona muy viva y activa y eso es lo que la película quiere transmitir”.

Yo descubr que la Puna es un universo propio asegura el cineasta Foto Lara Sartor
“Yo descubrí que la Puna es un universo propio”, asegura el cineasta. / Foto: Lara Sartor


El único actor profesional del filme es Fleita, más la participación de Wara Calpanchay, una actriz adolescente local. El resto del elenco son lugareños que se prestaron a contar sus historias ante la cámara, lo cual le da un aire de realidad a un relato que se apoya en una leyenda precolombina, que pone en jaque la relación del originario latinoamericano con la muerte.

-Es una “road movie” en la cual el eje de la trama va girando y regresando, un camino entre el interior del antropólogo y las comunidades que estudia.

-La idea de hacer una “road movie”, o película de carretera, estaba en un inicio, por eso hicimos un casting del auto. Después, en el montaje, encontramos una “road movie” con más magnitud, con más elementos y se empezó a ver que lo que le pasaba al antropólogo era tan importante que uno se olvida hacia dónde va y hace que las situaciones resulten estar cargadas de sentido en la película.

-En ese viaje, rompés la barrera de lo que sucede en la realidad y lo que sucede en el interior del personaje. Mezclás ambos mundos, casi como una película de David Lynch.

-“El Despenador” tiene esa atmósfera, esa intercepción entre el mundo de lo real creado por la mirada del antropólogo y de lo real que capta la cámara entre los caseríos, rituales y espacios íntimos familiares. Esa posibilidad que nosotros pudimos construir nos ayudó a que crezca el imaginario del Despenador y del protagonista. También me atrajo esa creencia de que la muerte se pueda contagiar por el aliento cuando una persona tarda mucho en morirse. Y ahí se fue cruzando la ficción y el documental.


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