"La bruja de Hitler", los horrores del nazismo desde una familia en Bariloche

Ernesto Ardito y Virna Molina los directores Foto Florencia Downes
Ernesto Ardito y Virna Molina, los directores. / Foto: Florencia Downes

Con la llegada de una familia de prófugos nazis a la casa de los Krauss en Bariloche, la ideología del nacionalsocialismo comienza a tomar cada uno de los aspectos de la cotidianidad del universo que retrata “La bruja de Hitler”, la película de Virna Molina y Ernesto Ardito en donde la carga de horror del nazismo se perpetúa hacia el futuro.

La segunda ficción de la dupla Molina-Ardito luego de “Sinfonía para Ana” (2017) -antes reconocidos documentalistas por “Raymundo”, 2003; “Corazón de Fábrica”, 2008; “Moreno”, 2013-, es la historia de dos familias en la Bariloche de 1961, en donde los abusos, las perversidades y los crímenes del nacionalsocialismo se suceden casi de manera natural hacia adentro de esa casona enmarcada por un paisaje idílico.

Trailer “La bruja de Hitler”

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“Bariloche es nuestra segunda ciudad, vamos muy seguido porque toda la familia de Virna es de allí y siempre estaba muy presente el lugar vinculado con los nazis de la Segunda Guerra”, cuenta a Télam Ernesto Ardito en el jardín de la sede de los Directores Argentinos Cinematográficos (DAC), en el barrio porteño de Villa Crespo.

“Decidimos encarar el tema pero no quisimos enfocarnos en la guerra sino en cómo se va instalando en la sociedad esa ideología”, dice el director.

Ardito y Molina recrean un microcosmos nazi en regin patagnica Foto Florencia Downes
Ardito y Molina recrean un microcosmos nazi en región patagónica, / Foto: Florencia Downes


La película, protagonizada por Lucia Knecht, Victoria Lombardero Có, Ema Eraso Villarino, Ulises D’atri, Eleonora Dafcik, Heinz K. Krattiger, Malena Villarino, Ronaldo Giss e Isadora Ardito, se estrena comercialmente este jueves.

-¿Cómo surgió el proyecto de retratar a una familia nazi en Bariloche?

Ernesto Ardito: Bariloche es nuestra segunda ciudad, vamos muy seguido porque toda la familia de Virna es de allí y siempre estaba muy presente el lugar vinculado con los nazis de la Segunda Guerra, además de su descendencia. Entonces cuando decidimos encarar el tema no nos quisimos enfocar en la guerra sino en cómo se va instalando en la sociedad esa ideología, cómo va permeando, porque la veíamos en el presente. Como ejemplo está Erich Priebke, un criminal de guerra que directamente era el tipo más respetado de la comunidad.

Virna Molina: Sí, además, el proyecto nace en 2017, en pleno macrismo, y lo que nosotros sentíamos es que había un montón de situaciones cotidianas, del trato de las personas, del manejo del otro, que te colocaban en un lugar de opresión espantosa, un lugar muy cínico y muy siniestramente parecido a la lógica del nazismo. Entonces la idea era cómo hablar de lo que nos está pasando y que está creciendo entre nosotros. Pero nos parece que es imposible hablarlo desde el presente, pero que esto ya ocurrió en el pasado.

-¿Cómo fue la conformación de un relato que tiene como eje al nazismo pero, sobre todo, que transmite en el tiempo?

VM: El relato escapa a la lógica clásica y fue una discusión que fuimos dando mucho en el guion, pero también en el montaje, porque como buenos documentalistas para nosotros el cine se termina de construir fuertemente en el montaje. La pregunta era cómo le vamos a dar una lógica racional a un episodio abominable como el nazismo, el odio y la aniquilación del diferente, algo que atravesó el tiempo y continúa. Es algo que no tiene una narrativa lógica porque, si lo hacés así, lo suavizás, narcotizando lo que querés contar. El horror es algo que no se puede racionalizar, es algo que te atraviesa y te voltea. A la vez, en ese entramado la estética juega mucho, porque la historia se te va metiendo como una película de terror.

– Justamente, la película en muchos momentos recurre a la estética del cine de terror.

EA: Sí, en realidad bordea al género, para nosotros sería terror psicológico o político. Era fundamental transportar al espectador a un cuento de hadas, que es la superficie de una familia viviendo en un escenario esas características o digamos en ese universo que va generando en la imagen social, pero hacia adentro está el horror. Y para eso, además nosotros trabajamos con elementos reales, creemos que los objetos, la casa, el mismo vestuario, transmiten la categoría de horror porque la memoria de los objetos tiene un peso histórico.

VM: Nos gusta mucho el ser fiel a la época y la reconstrucción es muy fiel a esos años 60 porque esos años proponen muy fácilmente un costado horroroso, entonces para nosotros esa parte quizás es la más linda de jugar en esa reconstrucción con el género. Todo ese juego es algo que como documentalistas nos resulta como más fácil porque no inventamos nada, la realidad te trae lo más maravilloso.

-¿Por eso esa “realidad” debía ser contada desde la ficción?

EA: Sí, vos fíjate que la unidad política más visceral es la familia, es algo que no solamente es una ideología, sino que te forma y también te puede traumar desde chico. Y lo llevás durante toda la vida, aunque te reveles o continúes con el mandato. Eso no se podía registrar desde el documental. Por eso se genera un choque muy perturbador al viajar como en un túnel del tiempo entre lo entre la verosimilitud extrema en cuento a la memoria de los objetos y lo fantástico.

VM: Hay algo en la ficción que es fascinante al colocar determinados elementos del documental y los conectás con el material humano que son los actores y las actrices, además del equipo técnico, ahí se abre una puerta del tiempo que es infinito y produce magia.

“La bruja de Hitler” también funciona como una advertencia ante los avances de las ideologías extremas en todo el mundo.

VM: Como cineasta hay algo que uno percibe, que estás tratando de entender de tu tiempo, de cómo retratar lo que es intangible desde el cine. En ese sentido está la cuestión del avance de la irracionalidad del odio, algo que con el paso del tiempo se acrecienta cada vez más. Yo lo siento aunque lo que no pensé jamás es que personajes tan fotocopiados o deformaciones alteradas de lo que fue Hitler o lo que fueron los líderes de los años 30, las figuras del nacionalsocialismo y el fascismo, pudieran replicarse hoy. La verdad es que siempre la realidad supera a cualquier ficción o a cualquier proyección que uno pueda hacer.

Pero hay algo que estaba latente y es de lo que habla la película, porque cuando uno habla del nazismo parece que en 1945 se terminó, pero nuestra tesis era que basados en la lógica de lo que plantea el escritor Primo Levy, que es un sobreviviente del Holocausto, que decía que el nazismo pierde la guerra pero vence la batalla ideológica, sigue avanzando y se instala.

EA: Lo que veíamos es que hay algo puntual que es la mujer, que durante el siglo XX vivió y padeció un montón de situaciones, ni hablar de los pueblos originarios de nuestro país. Entonces había un cruce ahí en donde se unía todo con la Patagonia, que es el lugar del imaginario feliz y perfecto, pero ahí de golpe hay una historia de sangre, de usurpación, de violencias acalladas.

-¿La historia de esta familia podría ser leída como una voz de alarma sobre lo que ahora se toma con cierta naturalidad?

VM: La película plantea un viaje a lo que es el corazón del pensamiento y del accionar del nazismo. Estamos en la antesala de un momento histórico, se percibe, es como estar en los años 30, en la Alemania de preguerra. Tenemos la posibilidad de cambiar la historia, que haya otro final. “La bruja de Hitler” es una ficción para una historia de personajes que existieron de verdad y para los cuales no les cabe otro final, o como decía Primo Ley, “el final siempre es el campo de exterminio”. Hay que mirar el horror en la ficción para que en la realidad construyamos una historia distinta.


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