Turquía va el domingo a las urnas en una elección presidencial y parlamentaria en la que la oposición parte con una leve ventaja para poner fin a los 20 años que lleva en el poder el líder Recep Tayyip Erdogan, según los sondeos, y que podrían definir no solo un giro político interno, sino también tener un impacto regional por la incidencia del país en Europa y Asia.
El Presidente busca un nuevo mandato de cinco años, pero por primera vez enfrenta una oposición unida bajo la figura de Kemal Kiliçdaroglu, candidato de una alianza de seis fuerzas que van desde la derecha nacionalista a la izquierda democrática, y encabezada por el Partido Republicano del Pueblo (CHP, socialdemócrata).
La disputa no es solo de nombres, sino de dos modelos muy distintos: Erdogan avanzó con un enfoque islamista, la mayor religión en un país laico, un estilo conservador y una práctica autocrática, que tuvo su mayor expresión en la modificación de un sistema parlamentario a uno hiperpresidencialista, que le entregó al actual líder parte de las competencias que tenía anteriormente el Congreso.
Esta mirada, históricamente ligada con la era del Imperio Otomano, quedó reflejada también en cuestiones que van desde los ataques a las diversidades sexuales, la retirada del país del Convenio de Estambul contra la violencia de género o la reconversión en mezquita de la histórica iglesia de Santa Sofía en Estambul, que desde 1934 era un museo.
Por el contrario, Kiliçdaroglu representa una visión laica, con una idea de restaurar derechos y libertades vinculada con los orígenes de su partido, creado hace exactamente 100 años por el padre de la Turquía moderna que puso fin al Imperio Otomano, Mustafa Kemal Atatürk.
“Hay mucho en juego. Una victoria de Erdogan básicamente va a consolidar su sistema presidencial y va a ser muy difícil para las fuerzas de la oposición buscar un cambio de gobierno en un futuro próximo. Por eso, estas elecciones van a ser cruciales en términos de si este sistema autoritario se va a consolidar o no”, expresó a Télam Berk Esen, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Sabanci de Estambul.
Kiliçdaroglu representa una visión laica, con una idea de restaurar derechos y libertades vinculada con los orígenes de su partido
“Si gana la oposición vamos a experimentar una democratización y un cambio político significativo. La oposición basa su campaña en la esperanza, tratando de dar un mensaje muy positivo a los votantes de que las cosas mejorarán si ganan, mientras que el Gobierno está llevando a cabo una campaña que se basa en el miedo, en la idea de que se puede destruir todo lo que se consiguió y que los miembros de la oposición están alineados con distintos grupos terroristas”, contrapuso el académico.
El oficialista Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) acusa a sus rivales de connivencia con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, una de las agrupaciones que representa la minoría kurda y que es considerada “terrorista” por el gobierno turco, además de denigrar sus vínculos con Occidente, y los presenta como “pro LGTB” que quieren “destruir la familia”.
Más allá de estas cuestiones, la macroeconomía es el gran tema de la campaña ante una alta inflación (el índice anual superó el 85% en octubre, el más alto en un cuarto de siglo) que no es acompañada por una mejora del poder adquisitivo, una situación que afecta sobre todo a los jóvenes que inclinan mayoritariamente su voto por un cambio en el Ejecutivo.
Se trata de una franja que representa cerca de un 8% del padrón que vivió siempre en una Turquía dirigida por Erdogan, que en estas dos décadas en el poder, primero como primer ministro y luego como presidente, tuvo una oleada de grandes manifestaciones en 2013 y un fallido golpe de Estado en 2016 que terminó con decenas de miles de arrestos.
Un interrogante de los comicios es el impacto que tendrá el terremoto del 6 de febrero, que dejó más de 50.000 muertos y un número desconocido de desaparecidos en el sur del país. Los sobrevivientes, que denuncian que la ayuda llegó tarde, están diseminados en otras zonas o viven bajo carpas.
Otra incógnita es si la heterogénea oposición, que reúne a conservadores, progresistas, nacionalistas, izquierdistas y defensores de la minoría kurda unidos bajo la consigna de sacar a Erdogan del poder, podrán zanjar sus diferencias en caso de llegar al Ejecutivo.
Un interrogante de los comicios es el impacto que tendrá el terremoto del 6 de febrero, que dejó más de 50.000 muertos
Los sondeos dan cuenta que eso es un escenario muy posible, en el marco de unos comicios reñidos: Kiliçdaroglu obtendría un 48,6% y Erdogan 45,9%, de acuerdo a la consultora Istanbul Economics, lo que llevaría a una segunda vuelta a realizarse el 28 de mayo al no haber un candidato que alcance la mitad más uno de los votos.
Pero el jueves, Muharrem Ince, un postulante que según las últimas encuestas tenía entre 2% y 4% de intención de los sufragios, se bajó de la contienda y esto beneficiaría a Kiliçdaroglu.
Ince fue el candidato presidencial del CHP en 2018 y quedó segundo detrás de Erdogan, por lo que se estima que la mayoría de esos sufragios ahora irán al nuevo líder del partido y de la oposición.
Más allá del impacto local, los comicios también son vistos con interés fronteras afuera por el peso de la política exterior de Turquía
“Es una noticia que alienta las posibilidades de la oposición de ganar”, afirmó Murat Somer, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Koç de Estambul, en una charla organizada por el Instituto Medio Oriente con sede en Washington.
Ante las preocupaciones sobre la imparcialidad de los sufragios del domingo en el actual contexto político, Somer dijo que en Turquía “hay un extenso legado de elecciones competitivas. Los gobiernos tienen que ganarlas para quedarse y si pierden, simplemente se van. Es una norma establecida”, manifestó y recordó que pese al régimen autocrático, Erdogan “tuvo que ganar elecciones para permanecer en poder”.
Más allá del impacto local, los comicios también son vistos con interés fronteras afuera por el peso de la política exterior de Turquía: país del G20, miembro de la OTAN, mediador entre Ucrania y Rusia en temas como el acuerdo para exportar los granos bloqueados por la guerra y gran ayuda de Azerbaiyán en la disputa territorial con Armenia.
Además, en una estrategia de equilibrista para priorizar sus propios intereses, Erdogan logró mantener vínculos con Estados Unidos sin abandonar su cercanía con el Kremlin, y al mismo tiempo avanzar con su intervención militar en Siria contra las milicias kurdas que fueron respaldas por la Casa Blanca para derrotar al Estado Islámico (EI).
Asimismo, manteniendo siempre un comportamiento disruptivo respecto a las potencias occidentales, se convirtió en un aliado clave de la Unión Europea (UE) al frenar la afluencia de migrantes de Siria, Afganistán e Irak durante la crisis de 2015 a cambio de una cuantiosa suma de dinero.
“Si gana Erdogan, la política exterior será más o menos la misma. Pero si triunfa Kiliçdaroglu vamos a ver algunos cambios interesantes en la forma y el estilo. Probablemente vaya a dejar mucho más espacio a los diplomáticos turcos y a los funcionarios de carrera del Ministerio de Asuntos Exteriores. No se meterá en airadas disputas con otros líderes mundiales, en particular con los occidentales, y va a dejar de intentar utilizar las crisis de política exterior con fines internos”, analizó Esen.
“Así que en términos de forma y estilo vamos a ver menos peleas, confrontación y escalada. No necesariamente va a revisar la posición de forma significativa, pero creo que incluso esos cambios serán bastante importantes. Actuará más dentro del posicionamiento de la OTAN e intentará reanudar las negociaciones de adhesión con la UE y actuar de forma más pro occidental”, concluyó.