La escritora y doctora en Ciencias Sociales Esther Pineda aseguró que la violencia estética “no es un problema individual sino un fenómeno social” al que hay que combatir con educación y cambiando narrativas y prácticas cotidianas, y advirtió sobre el “bombardeo” que enfrentan adolescentes, niñas y adultas desde redes sociales sobre productos y servicios para modificar su cuerpo, incluidas las cirugías estéticas.
En una entrevista con Télam, Pineda consideró que la actriz y modelo Silvina Luna -que se encuentra internada a partir del agravamiento de su estado de salud producto de una mala praxis en una cirugía estética- es “víctima de los ideales de belleza de nuestra sociedad” y “de un médico inescrupuloso y antiético como (Aníbal) Lotocki”.
Además, llamó la atención sobre la necesidad de que se profundicen las regulaciones estatales sobre este tipo de procedimientos.
La socióloga venezolana, autora del libro “Bellas para morir”, analizó el concepto de “violencia estética” que acuñó hace más de una década y sus consecuencias psicológicas, físicas y sociales.
– ¿Qué es la violencia estética? ¿De qué maneras se expresa?
– La violencia estética es un conjunto de narrativas, representaciones, prácticas e instituciones que bombardean con los estereotipos y cánones de belleza que presionan a las mujeres a responder a ellos, que discrimina a aquellas que no satisfacen esa expectativa; pero además implica las consecuencias psicológicas, físicas y sociales de dicha discriminación, así como, la resultante de la realización de los procedimientos y cirugías estéticas. Esa violencia estética se caracteriza por ser sexista, racista, gordofóbica y gerontofóbica porque exige feminidad, blanquitud, delgadez y juventud; y se ejerce a través de la persuasión, por ejemplo, convenciendo a las mujeres de que tienen y necesitan responder al canon de belleza porque es algo intrínseco de la feminidad. Se ejerce a través de la burla, la ridiculización y la crítica de la imagen, aspecto físico y corporalidad, o de la discriminación, exclusión y el bullying en algunos espacios de quienes no responden al canon de belleza; pero también mediante la descalificación de la apariencia de la mujer en el contexto de la relación de pareja, de la comparación con la corporalidad e imagen de mujeres.
– ¿Qué particularidades presenta la violencia estética en la actualidad?
– Se desarrolla como siempre lo ha hecho de forma presencial y en los espacios públicos, familiares y mediáticos tradicionales, pero una de las particularidades de esta época es que se ejerce cada vez más a través de lo digital. Las niñas, adolescentes y mujeres están siendo bombardeadas constantemente con las imágenes de artistas e influencers, las redes sociales les ofrecen una gran diversidad de filtros que les permiten cambiar su apariencia de forma casi automática, están expuestas constantemente a la publicidad de productos y servicios para la modificación corporal, e incluso de cirujanos plásticos devenidos en influencers que promocionan las cirugías estéticas haciéndolo parecer procedimientos fáciles, divertidos, sin riesgos y sin consecuencias. También están sometidas constantemente a la evaluación, juzgamiento y crítica de su imagen y corporalidad por parte de desconocidos que se amparan en el anonimato para agredir y discriminar.
– ¿Afecta de forma diferente a distintos géneros?
– Siempre visibilizo que cualquier persona puede vivir violencia estética. Sin embargo, es una forma de violencia sexista porque es exigida de forma casi exclusiva a las mujeres. La belleza ha sido construida y erigida como una condición ineludible de la feminidad, es decir que, en el imaginario social, la condición de mujer se demuestra y se valida a través de la belleza o al menos mostrando interés o esfuerzo en querer o tratar de responder a esos ideales de belleza. Los hombres, si bien pueden enfrentar críticas o cuestionamientos por su aspecto físico, sobre ellos no recae el mandato de la belleza; por el contrario, cuando un hombre dedica mucha atención o interés en esta, su masculinidad es puesta bajo sospecha. Por su parte, en el caso de hombres y mujeres trans la exigencia no es de responder a un canon de belleza sino que, lo que se espera de esta población, es que su imagen se adecúe lo más posible a lo binario, que su condición de trans no se note.
– ¿Qué lugar tienen las intervenciones estéticas en este contexto?
– Las cirugías estéticas son uno de los principales medios a través de los cuales se les ofrece a las mujeres la posibilidad de cambiar eso con lo que están inconformes para responder al canon de belleza impuesto. ¿Qué lleva a las mujeres a someterse a estos procedimientos? El bombardeo del ideal de belleza en los medios de comunicación y la publicidad, las apps de edición corporal, y los filtros y la exacerbada promoción de cirugías estéticas en redes sociales, la masificación de los lugares donde se realizan estos procedimientos y el abaratamiento de sus costos, la presión social por parte de la familia, pareja, amistades, pero también la depresión, la ansiedad y la inseguridad producida por los cuestionamientos y las críticas sobre la imagen. Sus consecuencias son numerosas: la adicción a las cirugías estéticas, la pérdida de identificación con el rostro y cuerpo propio ante los cambios realizados, enfermedades sistémicas autoinmunes como el síndrome de Asia en el caso de la colocación de implantes mamarios y riesgo cancerígeno como señaló recientemente la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA). Pero procedimientos estéticos infructuosos pueden dar como resultados deformidades, asimetrías, perforaciones y desfiguración. También son frecuentes las complicaciones perioperatorias como hemorragias, embolismo pulmonar, mutilaciones e infecciones, y shock hipovolémico.
– ¿Qué acciones te parecen necesarias para intentar erradicar este tipo de violencia?
– La violencia estética se combate con información, con la problematización social y con la colectivización de la experiencia, esto quiere decir que hay que informar, educar y hablar sobre el hecho de que este problema no es individual, que por el contrario es un fenómeno estructural, social, que hay una industria que necesita que cada una de nosotras en su individualidad se sienta mal, inconforme, insegura, para que podamos consumir los productos y servicios que nos son ofrecidos. Pero erradicar la violencia estética pasa también por cuestionar y modificar nuestras narrativas y prácticas en la vida cotidiana; dejar de decirle a nuestros familiares, amigas, vecinas y compañeras de trabajo que están más gordas o más flacas, dejar de recomendar que se maquillen más porque se están descuidando, que se alisen el cabello o que se lo tiñan porque se ven más viejas con las canas. A nivel estatal ,es necesario que existan regulaciones para la realización de procedimientos y cirugías estéticas; sigue ocurriendo que personas que no son cirujanos plásticos realizan estos procedimientos, así como clínicas no habilitadas para ellos.