Estudiar para saber o estudiar para zafar
A la hora de estudiar hay tres tipos de estudiantes: los que estudian para saber, los que estudian para zafar y los que tienen plata y compran el título sin estudiar ni medio pomo.
Y me puse a pensar en qué había hecho yo cuando estudiaba. En el secundario yo estudiaba para zafar. Y es que cuando uno es adolescente, no hay nada que saber: uno lo sabe todo, o eso cree. Bueno, en realidad hay una sola cosa que uno quiere saber cuando es adolescente, y es… cuándo y cómo va a lograr estar desnudo con una persona de su agrado dentro de una misma habitación. No en el mundo virtual, ni en el metaverso ni en el la Dimensión Desconocida. No. En una habitación de carne y hueso, o al aire libre. Da lo mismo. Después, no hay más nada que saber.
En la adolescencia el problema es zafar: zafar de los viejos, del mundo, del colegio, del bullying, de la de historia, de físico-química, de bañarse, y hasta de las cenas familiares.
Seguramente hay quienes estudian botánica para saber sobre dicotiledóneas y monocotiledóneas, pero… no es lo habitual. O quienes se apasionan con el cálculo logarítmico y la química inorgánica. Si, los hay. Pero es menos habitual que un buen programa en la tele abierta.
No sé cómo será hoy en los colegios, pero no creo que sea muy distinto. ¿Quién de nosotros no recuerda con cierto escozor la frase “saquen un hoja”? En ese momento, ¿realmente te importaba saber? Bueno, en realidad, uno quería saber, pero no para saber, ¡sino para zafar!
Puedo escuchar las voces que me reprochan: “Si hubieses estudiado para saber no te asustaría que tomen prueba sorpresa”. Y las voces son todas iguales a las de mi mamá.
Si, claro, siempre es mejor estar bien preparado para un examen, pero por algo se llama “prueba sorpresa”: no está destinada a evaluar tus conocimientos sino a evaluar tus desconocimientos.
Y cuando no había prueba sorpresa, había otros recursos: machetes, apuntes, notas en las palmas de la mano, en el dobladillo de la pollera, espiar en la hoja del compañero, lo que fuera, con tal de no sacarse un uno. Y uno se volvía experto en machetes, machetes que te llevaban mucho más tiempo de hacer que ponerte a estudiar, pero claro: se trataba de zafar, no de saber. Y me pregunto cómo va a ser esto en el futuro. En lugar de “saquen un hoja, ¿te dirán, “saquen una notebook”?
Saber o zafar. Y la verdad, a mi jamás me importó saber sobre el peso específico de un litro de agua, el reinado de Nabucodonosor o solucionar problemas como “si un camionero reparte 4 cajones de manzanas por día, ¿cuántos cajones repartirá en una semana?” Problema del camionero, no mío. Además, la pregunta es poco realista. Más realista sería preguntar: ¿Cuánta plata necesitará para pagar el gasoil y los peajes? ¿Los cajones de manzanas los vende en blanco o labura todo en grone? El mionca, ¿aprobó la VTV?
Si el colegio te preparase para el mundo real, todo sería distinto. Porque de ser así, te tendrían que enseñar, por ejemplo, qué hacer mientras esperás en la fila del banco, del bondi, de la AFIP… y a menos que el Cid Campeador tenga un capítulo en donde uno pudiese aprender a colarse pasando desapercibido, no sé qué influencia puede ejercer sobre mi ese tal Rodrigo Díaz de Vivar (demos gracias que me acuerdo el nombre).
Claro, es cuestión de gustos y vocación. Yo tenía un compañero que se llevó tres veces biología, para poder torturar al sapo y al langostino. Ahora, yo me pregunto: con los precios de hoy en día, ¿los chicos en la escuela hacen la disección del langostino, o de la lechuga capuchina como para destruir un producto caro, pero no tan exclusivo?
Me acuerdo de la germinación del poroto, con el poroto, el secante, y ese olor hediondo que no solo detestabas vos, sino todos los pasajeros del colectivo que te miraban con cara de… “¿fuiste vos, no?” Y por eso uno llevaba el frasco a la vista, para que no dudaran de nuestro comportamiento cívico en transporte público.
Si en cambio te enseñasen a hacer la germinación del poroto de soja, y cómo venderla después al exterior, como hacer lobby para que te den dólares a precio especial, estoy seguro que los alumnos prestaríamos mucha más atención.
Y esas cosas típicas del colegio, como que los altos se sientan atrás y los petisos adelante… ¿y si el alto es corto de vista? Ese pibe seguro quiere saber, pero saber qué diantres dice en el pizarrón que le quedó más lejos por ser alto.
Y una vez que uno aprende a zafar, ya está. Ya aprendió. Es todo lo que necesitás saber.
Te digo más… cuando me puse a escribir sobre este tema, no sabía si podía llegar a escribir una columna más o menos coherente e ingeniosa, pero… me parece que zafé, ¿no?