Un grupo de científicas remarcaron que "los pueblos originarios siguen vivos"

Foto Cristian Urrutia
Foto: Cristian Urrutia.

Un equipo de investigadoras del Conicet con base en el Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic) de la ciudad de Ushuaia trabaja para desterrar el paradigma de que los pueblos originarios de la zona se extinguieron después del contacto con los europeos mientras desentrañan su forma de vida, sus costumbres y su hábitat, e incluso su tiempo de existencia que ya fue corroborado en al menos 9 mil años antes del presente.

“Como investigadores nos hemos replanteado esa idea de la extinción. Estos pueblos siguieron viviendo, quizá no de la misma manera, cazando en canoas, pero aún hoy hay gente que se reconoce como pueblo Yagán, el pueblo originario del Canal Beagle”, explicó a Télam Angélica Tivoli, doctora en arqueología e integrante del equipo de investigación sobre pueblos originarios que habitaron y habitan la costa sur de Tierra del Fuego.

Para Ana Butto, también arqueóloga y miembro del mismo equipo, así como las pruebas científicas corrieron “hacia atrás” la cronología de la presencia de estos pueblos en la zona, también se corrió “hacia adelante” su permanencia, incluyendo la historia reciente y el presente de estas comunidades.

Foto Cristian Urrutia
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“Este cambio de paradigma nos permite discutir y evaluar de otro modo cómo fue el proceso de contacto con el hombre blanco, que en su momento se pensó únicamente como el contagio de enfermedades, la violencia y la extinción”, detalló Butto a Télam.

La investigadora mencionó que la idea de extinción de los pueblos originarios de Argentina y también de Chile forman parte de una “narrativa usual muy instalada”, cuando la realidad es que en la mayoría de los casos las comunidades “fueron convertidas a poblaciones sedentarias, cambiaron la dieta, fueron evangelizadas y educadas en un sistema distinto que les negó hasta su propia existencia, pero a pesar de ello siguieron vivos, retrotrayendo y manteniendo muchas de sus tradiciones en la seguridad del espacio doméstico”, indicó.

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Según Butto, las legislaciones recientes terminaron reconociendo la preexistencia de estos pueblos antes de la formación de los estados y desde entonces se les concedieron derechos que les permitieron volver a salir a la luz pública, revirtiendo en parte ese proceso de invisibilización.

Uno de los hallazgos más recientes de este equipo de arqueólogas (y de otros colegas) consiste en haber demostrado que el poblamiento del Canal Beagle y sus zonas adyacentes no se remonta a los 6000 o 6500 años de antigüedad como se pensaba, sino como mínimo a 9000 años antes del presente.

“La mayoría de los casos las comunidades fueron convertidas a poblaciones sedentarias, cambiaron la dieta, fueron evangelizadas y educadas en un sistema distinto que les negó hasta su propia existencia, pero a pesar de ello siguieron vivos, retrotrayendo y manteniendo muchas de sus tradiciones en la seguridad del espacio doméstico”Ana Butto

Para ello, las investigadoras dejaron de lado los clásicos sitios arqueológicos de la costa del Canal Beagle, llamados “concheros” porque entre restos de caracoles y moluscos se conservaron restos materiales de estas civilizaciones, para concentrarse en otros sitios más antiguos.

“Históricamente se estudiaban los concheros. En estos lugares hacían fuego, vivían, comían y realizaban sus actividades cotidianas parte de estos pueblos. Pero en los últimos años incorporamos otros lugares de mayor antigüedad descubiertos bajo la tierra o rocas”, señaló Tivoli.

Cadic, un polo científico en Ushuaia

El Cadic fue creado por un decreto presidencial del 9 de abril de 1969, aunque sus actividades comenzaron a fines de 1981, una vez completados los 6300 metros cuadrados que formaron parte de las obras esenciales de la construcción de su edificio en Ushuaia.

La mayor extensión de sus instalaciones se concretó en 2013, durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, cuando se ampliaron 4138 metros cuadrados de superficie en laboratorios, oficinas para investigación y administración, salas de reuniones, repositorio de muestras, acuarios, estacionamiento, aulas y viviendas para el personal.

En la actualidad trabajan allí 171 personas entre investigadores (61) becarios (57) personal de apoyo (39) y administrativos (14).

También explicó que antes se creía que esos hallazgos materiales pertenecían a otras poblaciones, básicamente cazadores recolectores del norte de la isla, pero en los últimos años se comenzó a evaluar que se trata del mismo pueblo.

“Estamos tirando cada vez más atrás en el tiempo el poblamiento de la zona. Dos de los proyectos que tenemos actualmente apuntan a eso”, confirmó Tivoli.

“Los sitios arqueológicos contienen materiales susceptibles para investigar desde la evolución de la temperatura del agua en el Canal Beagle, hasta la cantidad de oxígeno y hasta las dietas de los animales que consumían. De hecho trabajamos en conjunto con investigadores de Canadá y Estados Unidos para analizar el cambio de dieta de los cetáceos a lo largo del tiempo”Angélica Tivoli

“Antes el equipo trabajaba principalmente en el sector central del canal Beagle, del lado argentino, y en los últimos tiempos se excavó en otros lugares, como Isla de los Estados, Estancia Moat, Península Mitre e islas e islotes internos del canal”, apuntó Butto.

A su vez, el avance de las investigaciones permitió incorporar particularidades que antes no se conocían.

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Por ejemplo, se sabía que estos pueblos podían navegar, que habitaban la costa y consumían recursos del mar como lobos marinos, pero también se descubrieron grupos con distintas costumbres.

“También hubo cambios según la época. A medida que nos acercamos en el tiempo a la actualidad, la cantidad de lobos marinos que cazaban fue disminuyendo y se fueron incrementando otros recursos, sobre todo a partir de los 1500 a 1000 años antes del presente”, completó Butto.

Por otra parte, el estudio de estas sociedades permitió mejorar el conocimiento de su hábitat.

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Foto: Cristian Urrutia.

“Los sitios arqueológicos contienen materiales susceptibles para investigar desde la evolución de la temperatura del agua en el Canal Beagle, hasta la cantidad de oxígeno y hasta las dietas de los animales que consumían. De hecho trabajamos en conjunto con investigadores de Canadá y Estados Unidos para analizar el cambio de dieta de los cetáceos a lo largo del tiempo”, destacó Tivoli.

El trabajo de este mismo equipo científico, del que forma parte desde Buenos Aires la arqueóloga Danae Fiore (también del Conicet) permitió relocalizar y estudiar en 2022 dos colecciones de casi 400 objetos de las sociedades Selk’nam, Yagan y Kawésqar de Tierra del Fuego en museos europeos.

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“Son muchos objetos que fueron, en el mejor de los casos intercambiados, y en el peor hurtados o robados, y que muchos de los exploradores, científicos, etnógrafos y hasta turistas se llevaron con destino incierto. En este caso eran colecciones de Martín Gusinde, un sacerdote y etnólogo que investigó los pueblos fueguinos”, relató Butto.

Parte de esas piezas fueron encontradas en un museo de Austria y otra en un monasterio donde Gusinde vivió y estudió.

“No fue fácil llegar y llevó toda una investigación previa. En 2018 pudimos acceder a la mayoría de la colección que estaba en cajas cerradas desde hace 40 años. Su estudio nos permitió ver completas piezas de madera que solo intuíamos por hallazgos arqueológicos, así como otros elementos ligados a la realización de ceremonias religiosas y estudiar la forma en que elaboraban pigmentos”, describió la investigadora fueguina.

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Afirman que “el Conicet es la institución más meritocrática”

Según el grupo de arqueólogas, ninguno de estos hallazgos e investigaciones en curso podría sustentarse por afuera del sistema público de ciencia que impulsa y conserva el Conicet.

“Vivimos un tiempo donde todo tiende a mercantilizarse. Se valora vender un mejor servicio, y quizás algunas investigaciones no tienen esa lógica de venta o de valor monetario, pero sí valen mucho desde el punto de vista de la reconstrucción de la historia de un pueblo o de su reconocimiento cultural”, analizó Tivoli.

Para Butto, investigar a los pueblos originarios del Canal Beagle, por ejemplo, no solo tiene valor para las comunidades actuales, que tienen interés en sus ancestros y en su historia reciente, sino que permite un vínculo con otras instituciones, como Parques Nacionales, para generar la difusión de ese conocimiento a través de cartelería y que influya en la actividad turística.

“Sin el sistema público no sería posible investigar temas que en apariencia no son económicamente rentables, aunque a largo plazo pueden tener una utilidad de ese tipo”, aseguró Butto, mientras que Tivoli remarcó que la interrupción de ese sistema dejaría al país sin investigadores especializados que demandaron años de formación.

Por su parte Fiore, integrante del equipo, recordó que el Conicet es la organización que forma y sostiene más científicos en Argentina, siendo la institución que mayor conocimiento genera, en cantidad y calidad.

“Está rankeado internacionalmente como uno de los mejores organismos científicos del mundo y además es el más meritocrático de todo el país. Los postulantes a investigadores no solo presentan su currículum y publicaciones, sino que se analiza el proyecto de investigación por expertos en la materia, y ello -a su vez- es revisado por una comisión asesora de entre 15 y 17 miembros de carácter federal hasta llegarse a una orden de mérito que luego evalúa una junta de especialistas”, detalló.

También remarcó que una vez ingresado al sistema, un investigador es evaluado “por el resto de su vida académica, a través de informes anuales, primero, y cada dos años después. Desaprobar dos informes implica perder el cargo. Y para ascender en las distintas categorías de investigador también hace falta atravesar una instancia de evaluación”, puntualizó Fiore.

“Yo creo que la ciencia argentina es increíblemente barata, no porque se gaste poco sino porque se le asignan escasos recursos. A pesar de ello, la investigación argentina es reconocida en el mundo. Hace falta decirlo ahora para evitar la manipulación de la realidad”, concluyó la científica.

En el día de ayer, tres premios Nobel de Medicina, Michael Rosbash, Phillip Sharp y Edvard Moser, destacaron la excelencia científica del Conicet y sus investigadores a los que coincidieron en calificar con “el mayor respeto y admiración por sus logros”.

En el marco de la reciente entrega de los Premios Nobel, estos tres galardonados en Medicina destacaron la excelencia científica del principal organismo gubernamental que impulsa el desarrollo de la ciencia y la tecnología en la Argentina.

De acuerdo con el ranking internacional de instituciones científicas Scimago, el Conicet se ubica en el primer puesto de las instituciones gubernamentales con mayor impacto social en la región latinoamericana, y en el puesto trece entre 1.747 instituciones gubernamentales de todo el mundo.


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