Iván Villarreal, vecino de la Laguna Brava en la provincia de Buenos Aires y uno de los participante de Sprint -un trabajo internacional que relevó plaguicidas en muestras biológicas humanas y en el aire- indicó que le informaron que tiene siete agrotóxicos en la sangre, 12 en orina, seis en materia fecal, “pero nadie sabe qué efectos puede provocar esa mezcla”.
Iván tiene 52 años, y si bien visitaba la zona desde pequeño, hace más de una década decidió instalarse en los alrededores de la Laguna Brava, un espejo de agua en el Partido de Balcarce, zona agrícola por excelencia.
Su activismo ambiental lo hizo entrar en contacto con investigadora del INTA Virginia Aparicio -quien lideró el estudio Sprint en Argentina- y se ofreció como una las 73 personas voluntarias a quienes en la primavera de 2021 se les tomó muestras de sangre, orina y materia fecal, además de que utilizaron una pulsera para medir contaminación en el aire.
“Los vecinos del barrio Villa Laguna Brava empezamos a trabajar en 2004 para que este lugar se proteja de alguna manera. Tuvimos un montón de reuniones con (el Ministerio de) Ambiente de la Provincia, el INTA, el municipio y los emprendimientos, y la idea no era sólo cuidar el paisaje, sino también la salud humana“, recordó.
Después de varios años, en 2018, la ya entonces conformada Asociación Civil para el Fomento y Protección del Paisaje Laguna Brava, logró que se declare la zona Paisaje Protegido a través de una ley provincial, lo que implicaba, entre otras cosas, crear un plan de manejo ambiental.
“Empezamos a trabajar con el agua de la laguna para pedir que se estudiara -de hecho logramos comprobar que tenía cianobacterias tóxicas- y en esos acercamientos con investigadores conocimos a Virginia (Aparicio), que en ese momento estaba estudiando los suelos”, recordó.
De esa manera, tres personas de la Laguna Brava participaron del proyecto Transición Sostenible de Protección Vegetal: Un Enfoque de Salud Global (Sprint por sus siglas en inglés), y al igual que el resto de los voluntarios, ya recibieron sus resultados individuales, aunque todavía no está disponible el resultado de la región.
Las muestras de orina y materia fecal de todos los participantes a nivel global fueron analizadas en el Centro de Investigación y Universidad de Wageningen y las de sangre y pulseras se procesaron en la Universidad Radboud, ambas en Países Bajos.
Según consta en el documento con los resultados de Iván, “el total de participantes argentinos presentó un rango de 2 a 10 plaguicidas en sangre“, en tanto que en su muestra particular se detectaron siete plaguicidas (bromoxinil, clorpirifos/methyl:TCPy, fenoxicarb, fipronil, pluazifop P, imidacloprid y pirimicarb).
En referencia a la orina, el total de participantes argentinos presentó un rango de 6 a 13 plaguicidas; en tanto que su muestra arrojó la presencia de 12 (glifosato, AMPA, 2,4-D, pirimifos-metil DEAMPY, imidacloprid, Imidacloprid olefin, DCCA-trans, DCCA-cis, DBCA, 3-PBA , TCPy y CIF3CA).
En cuanto a la materia fecal, los participantes argentinos presentaron un rango de 0 a 18 plaguicidas, y en la muestra de Iván se detectaron seis (glifosato, clorpirifos, deltametrina, fipronil, folpet PHI -Phthalimide, CAS: 85-41-6- y lambda-Cyhalothrin).
Finalmente, en la pulsera que llevaron durante siete días, el total de participantes argentinos presentó un rango de 7 a 53 plaguicidas; y en su caso se detectaron 17.
“Nosotros sabemos que se fumiga, de hecho, ha pasado el mosquito fumigando al lado de las escuelas, sin receta de lo que está tirando. Entonces, si bien yo esperaba el resultado, no deja de sorprender y preocupar”, señaló.
Y añadió: “El tema es que nadie nos ha explicado aún qué implicancias tiene. Nos enviaron un archivo diciendo los potenciales efectos de cada uno por separado; así veo que al menos tres de los que tengo están prohibidos en Argentina; pero el punto, que incluso lo dice en el documento que recibimos, es que no se sabe qué efectos tiene la combinación en el organismo ni en el ambiente”.
En diálogo con Télam desde Holanda, la investigadora y coordinadora general del proyecto Sprint,Violette Geissen, del Grupo de Física del Suelo y Gestión de la Tierra de la Universidad de Wageningen, recordó que este estudio “surge del trabajo de muchos años”.
“En Europa tenemos plaguicidas aprobados que después cuando están en el campo solamente se monitorean en cuerpos acuáticos, mientras que en el ecosistema terrestre, en el aire, el polvo de las casas y en seres humanos no existe un monitoreo sistemático, por eso nadie sabe a dónde se van después de la aplicación”, sostuvo.
En 2018, el grupo de Geissen realizó un estudio en el que determinó que el 83% de los suelos de Europa estaban contaminados con uno o más plaguicidas.
“También sabíamos que en el agua hay mixturas de agroquímicos, entonces lo que queríamos saber era la exposición de los seres humanos y de todo el ecosistema a los plaguicidas; y así nació Sprint”, indicó sobre este proyecto financiado por programa de investigación e innovación Horizonte 2020 de la Unión Europea (UE) del que también participa la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Y añadió que “el objetivo del proyecto es mostrar la relación entre lo que se encuentra en el ambiente y en los seres humanos, basados en el concepto de Una Salud Global, es decir, que desarrollamos una manera de conectar la salud del ambiente con la salud de seres humanos”.
Del estudio participaron 10 países europeos (Holanda, Dinamarca, Croacia, Eslovenia, Francia, Portugal, España, Italia, Suiza y República Checa) y Argentina: “Nos interesó este país por fuera de Europa porque es uno de los exportadores importantes de soja y otros cultivos de los que se alimentan animales aquí”, dijo.
Los investigadores ya tienen los resultados y se encuentran en este momento terminando de redactar las conclusiones que serán presentadas en una revista científica: “Esperamos que los resultados de Europa estén a finales de agosto ya publicados”, informó.
Los resultados en Argentina
En cuanto a los resultados de Argentina, se publicarán en un trabajo aparte que también se encuentra en proceso de elaboración; el 21 de junio estaba previsto que la información se adelantara a quienes participaron del proyecto pero la reunión fue cancelada y aún no tiene fecha de reprogramación.
En ese contexto, decenas de organizaciones ambientalistas y científicas y científicos publicaron una carta en la que señalaron la suspensión de ese encuentro como un gesto de censura por parte de las autoridades del INTA a la investigación; el organismo no dio una respuesta oficial hasta el momento.
Los resultados europeos
Sobre los resultados europeos, Geissen señaló que “si bien no están todavía disponibles, a grandes rasgos lo que se observó es que en una gran parte de las matrices analizadas se encuentran mixturas de plaguicidas; en algunos lugares se encontraron plaguicidas que no están aprobados, lo cual no significa que se estén aplicando ahora, puede ser que se hayan arrojado antes de su prohibición y todavía no se disolvieron”.
“El punto es que nadie sabe cuáles son los efectos de estas mixturas de plaguicidas para la salud ambiental y humana. Nuestra idea es primero mostrar la ocurrencia, es decir, que los plaguicidas están en el aire, orina, sangre, excremento, etc. Y luego estamos haciendo pruebas de laboratorio para ver cuáles son los efectos de esas mixturas”, describió.
Y concluyó: “El gran problema es que frente a esa falta de conocimiento no se está aplicando el principio de precaución, es decir, ante la duda de que algo pueda ser nocivo se debería prohibir; pero lo que sucede es que se siguen utilizando y mezclando plaguicidas sin saber su impacto”.
“Es el mundo del revés. Sería importante que las empresas que produzcan plaguicidas prueben que las mezclas no tienen efecto en la salud antes de que se comiencen a aplicar”, finalizó.